Hay que poner fin a la dependencia de los fertilizantes químicos.
Hay que poner fin a la dependencia de los fertilizantes químicos.

Hay que poner fin a la dependencia de los fertilizantes químicos.

Difundiendo el conocimiento sobre cómo acabar con la dependencia de los fertilizantes químicos

La fertilidad del suelo es el recurso más valioso para cada pequeño agricultor, especialmente en Malawi, donde más del 80% de la población depende de la producción de su tierra para sobrevivir.

En los últimos años, esta fertilidad—y, en consecuencia, los rendimientos—se han estancado o han disminuido debido a los efectos del cambio climático, como sequías, inundaciones y olas de calor. Otro factor importante es la contaminación de los suelos con metales pesados y otros contaminantes, a menudo presentes en los fertilizantes químicos, lo que ha provocado la desaparición de microbios esenciales del suelo. Estos microbios desempeñan un papel crucial en la descomposición de la materia orgánica, la retención de humedad y la movilización de nutrientes para las plantas. Además, la aplicación inadecuada de fertilizantes y pesticidas ha causado daños ambientales, incluida la contaminación del agua.

La degradación del suelo ha ocurrido durante décadas, lo que ha resultado en la pérdida de materia orgánica, un indicador clave de la resiliencia del suelo frente al cambio climático (especialmente las sequías), así como frente a enfermedades y plagas.

POSIBLES SOLUCIONES

El fertilizante Mbeya—una mezcla de materiales orgánicos como estiércol, cascarilla de maíz o arroz, ceniza de madera y una cantidad reducida de fertilizante mineral—ha demostrado ser una herramienta de transición útil para muchas comunidades de pequeños agricultores en Malawi. Tras dos o tres años de aplicación, la materia orgánica del suelo y la diversidad microbiana pueden recuperarse gradualmente, permitiendo finalmente a los agricultores eliminar por completo el uso de fertilizantes químicos como NPK y Urea.

Además, los biofertilizantes, que son 100% orgánicos, pueden elaborarse con recursos disponibles localmente, como estiércol y orina de ganado frescos, carbón triturado, melaza de caña de azúcar y hojas de plantas ricas en nutrientes (como Moringa o girasol mexicano). Cuando se mezclan y se fermentan en un barril durante 30 días, los microorganismos beneficiosos se multiplican, creando un fertilizante natural eficaz. Esta solución puede diluirse y aplicarse con un pulverizador o regadera en grandes extensiones de tierra.

La aplicación foliar de biofertilizantes no solo mejora la salud y el rendimiento de las plantas, sino que también reintroduce microbios beneficiosos en el suelo. Para maximizar su efectividad, el suelo debe mantenerse cubierto con materiales orgánicos (mulch), como restos de poda de árboles, tallos de maíz o hierbas.

Paso a paso, las comunidades de pequeños agricultores pueden recuperar su soberanía alimentaria y restaurar sus agroecosistemas.

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