… o viviendo «privilegiadamente» en uno de los países más necesitados del mundo.
Después de compartir nuestro primer mes en Malawi en el capítulo anterior, esta vez les contaremos brevemente las experiencias de estos últimos dos meses, en los cuales descubrimos lo que es vivir «privilegiadamente» en uno de los países más necesitados del mundo. ¡Nuestras impresiones en Malawi aún tienen ese sabor único y especial de primera vez, pero cada vez menos! Por esta razón les compartimos algunas historias, antes de que ese sabor se disuelva.
Blantyre y sus burbujas sociales
La búsqueda de casa significó un camino más para conocer de manera un poco más profunda la realidad de Malawi. Al “pasear” por algunos barrios de Blantyre, descubrimos la existencia de diferentes sub mundos o burbujas sociales conviviendo en esta ciudad.
Por un lado, la población originaria local en su gran mayoría de bajo poder adquisitivo y una minoría con recursos medios y altos. Por otro lado, la población malawiana descendiente de la India, familias que migraron a finales del siglo XVIII y poco a poco instalaron sus negocios en este país. Aunque representan menos del 1% de la población, esta burbuja tiene mucha influencia económica en el país y viven su cultura originaria. De igual manera, extranjeros/as (aquí llamados Azungu) provenientes de fuera de África que vienen a trabajar aquí temporalmente (como nosotros) y otros que decidieron quedarse en este país. Estas cuatro burbujas conviven en la ciudad, pero poco o nada se relacionan entre ellas.
Nuestra casa se ubica justo en la frontera entre dos burbujas, la de los extranjeros y la de los malawianos de bajos recursos. Nuestros vecinos son 18 familias que cocinan al fuego, viven en casas de 15m2, tienen acceso a agua de un pozo, lavan su ropa a mano y manejan un pequeño puesto de vegetales, donde compramos seguido. Ya que estas personas hablan principalmente Chichewa, el segundo lenguaje oficial en Malawi después de inglés, nuestro contacto con ellos es en su idioma, algo que directamente nos ha conectado y la oportunidad para lograr nuestro gran deseo, conocer profundamente su cultura y aprender de ellos, construir una relación de comunidad en donde el dinero no juegue un papel primordial.
Aprendiendo a manejar personal doméstico
El reto más grande de nuestro proceso de adaptación en Malawi ha sido sin duda, entender la dinámica de empleados domésticos – empleador. Cuando encontramos la casa en la que ahora vivimos, la familia antecesora nos preguntó si pudiéramos seguir ofreciendo trabajo a las 7 personas que ellos habían empleado durante años (4 guardias, 1 ayudante de limpieza, 1 jardinero, 1 niñera). Esto nos abrumó en un principio, pues por un lado sabíamos lo importante que era para estas personas mantener su trabajo en la realidad económica de uno de los países más pobres del mundo. Por otro lado, no íbamos a tener la opción de comenzar a conocer personas poco a poco y ofrecer empleo adaptado a nuestra situación familiar.
Aparte del idioma, uno de los factores claves de este desafío, es que en Malawi aún es una realidad, el hecho de que los empleados vivan con sus empleadores. Casitas pequeñas (Servant Quarters) son construidas a lado de la casa principal para que puedan vivir los empleados y sus familias. En general, los empleados esperan que sus empleadores cumplan un rol paternalista, un rol literal de papá y mamá. Esto tiene sentido, ya que el sueldo mínimo oficial en Malawi – lo que generalmente reciben este tipo de trabajos – es de 50.000 Kwacha (50 USD), o sea 2,5 USD por 8 horas de trabajo. Esa es la realidad de la mayoría de personas aquí, y por eso esperan de los empleadores que asuman los gastos médicos, comida, transporte, escuela de los hijos, etc.
Definitivamente, se trata de estructuras coloniales impregnadas en una realidad difícil de cambiar, lo cual acrecienta el sentimiento de dependencia y la baja motivación en el trabajo. Este reto nos costó mucha energía y tiempo, afortunadamente hemos podido aprender de ello, compaginarlo con nuestra realidad y en la medida de nuestras posibilidades económicas, ofrecer condiciones de trabajo más humanas. Descubrir la cultura de trabajo local sigue siendo un reto.
Seguridad insegura
Otro desafío, menos desgastante pero no menos importante, ha sido la seguridad. Aún confuso. Por un lado y mayoritariamente sentimos paz, buena voluntad, la maldad no tiene mucho espacio aquí. Por otro, nos damos cuenta de que hay muchas medidas de seguridad, por ejemplo, se ven guardias de seguridad por todas partes, todas las casas que visitamos durante la búsqueda de casa tenían una puerta metálica de seguridad extra antes de los dormitorios, algo muy nuevo para nosotros. Algunas personas nos advierten que cuando hay crisis de hambre, es muy peligroso, no es para menos.
Cuando caminamos por las calles, somos el foco de atención, aún no sabemos si es por nuestro color de piel o porque somos los únicos extranjeros que caminan en las calles o van en bici, los demás siempre se movilizan en auto. A pesar de sentirnos observados, la calle se siente segura y vivaz, claro que en tanto se esconde el sol, es mejor ir a casa. No vemos la necesidad absoluta de tener vigilancia en casa todo el día, pero sí durante la noche. Ya tuvimos a dos personas que ingresaron al terreno a robar y que huyeron al ser descubiertos por el guardia de seguridad. Es el precio de vivir en el privilegio.
Privilegio entre comillas
Este segundo momentum en Malawi se resume así: Cómo manejar conscientemente el hecho de vivir «privilegiadamente» en uno de los países más pobres del mundo. Ser un empleador desde el privilegio. Vivir en una casa normal para nosotros, pero inalcanzable para nuestros vecinos. Aceptar que es necesario vigilancia para la casa y aceptar que seguirá viniendo gente para intentar robar. «Privilegiadamente» entre comillas porque vivimos a diario con limitaciones de necesidades básicas como el agua y la electricidad, así como necesidades básicas modernas como el internet.
Decidimos no tener carro, movilizarnos en bici o a pie. A pesar de que la estructura no sea adecuada es como vive la gran mayoría aquí! A pesar de ser una decisión verdaderamente privilegiada, es lo que nos mantiene atentos a vivir la realidad local. Además, nos sirve para darnos cuenta de que tener carro, no siempre significa ser privilegiado. Caminar o manejar bicicleta para distancias razonables aporta mucho más al cuerpo y al planeta. El uso inconsciente y la dependencia del auto, así como la comodidad extrema no son señales de desarrollo. Esto se hace aún más evidente ahora que Malawi atraviesa por una crisis de gasolina, en donde largas colas de carros se han vuelto una normalidad. En Malawi aún hay la gran oportunidad de desarrollar conciencia hacia una movilidad más ecológica y sana.
En fin, más que condenar al privilegio, es importante tomar conciencia sobre él. Una vez dado este paso, la gama de acción es diversa. Se abren caminos llenos de luz, empezando por la verdadera gratitud que abre camino a la generosidad y la empatía. Lo que realmente nos regala momentos de felicidad y satisfacció es compartir. Al final el verdadero privilegio es el hecho de poder compartir más.
Magnífica explicación y vivencias humanas. Un fuerte abrazo 🤗
Hola Lourdes. Nos encanta y motiva que te haya gustado! Más abrazos 💛